JOSHUA SLOCUM, UN GRAN MARINO. Primera parte.
Sailing Alone Around The World o “Navegando en solitario alrededor del mundo” es un libro famoso entre todos los amantes de la mar e incluso entre el gran público lector. Voyage of the Liberdade o “El viaje del Liberdade” sólo lo conocen los primeros. El resto de su obra es escasamente conocida por los aficionados a los temas marítimos de habla española.
El autor es famoso como tal y también por ser el primer hombre en dar la vuelta al mundo en solitario, es menos acreditado por su buen oficio, habilidad, polivalencia y sabiduría náutica y es un perfecto desconocido como ser humano.
Como es lógico, he consultado todas las fuentes disponibles en la red y afortunadamente poseo un ejemplar en inglés del libro The Hard Way Around de Geoffrey Wolff. Cuando he encontrado discrepancias entre las fuentes, en general, he dado por buena la de esa extensa y cuidada biografía.
Joshua Slocum es un claro ejemplo norteamericano de self made man y uno de los capitanes más representativos del final de la época de oro de la marina mercante de vela estadounidense, capitanes que además de ser buenos marinos, tenían que ser también comerciantes y, si el negocio lo requería, pescadores, cazadores, carpinteros de ribera o lo que hiciera falta.
Nació el 20 de febrero de 1844 en una pequeña granja de la pedanía de Mount Hanley ─ribereña de la bahía de Fundy─ en el municipio de Annapolis, Nova Scotia, Canadá. Era el cuarto o quinto hermano de once hermanas y hermanos. Su padre, descendiente de un “lealista” cuáquero, era el guardián del faro de la punta SW de la isla Brier, en la entrada de la bahía (otras fuentes dicen que el guardián era el abuelo materno).
Aprendió a leer y escribir en la vecina Mount Hanley School.
Con ocho años construyó su primera embarcación propulsada por el viento, una balsa a la que dotó de un mástil y una vela. Con ella atravesó la bahía y aprendió que navegar con el viento a favor es divertido y rápido, pero hacerlo contra el viento es una verdadera lata.
Cuando tenía 10 años, toda la familia se trasladó a Westport.
Westport a principios del siglo XX
Joshua dejo de ir a la escuela para trabajar 10 horas al día confeccionando botas para pescadores, el negocio que montó su padre, un hombre dominante, radical y amante de la disciplina.
El joven aprendió el oficio que le permitió adquirir una gran habilidad con la lezna y la navaja, pero lo que deseaba fervientemente era una vida aventurera en el mar, lejos de su exigente padre y de la cada vez más caótica vida entre tantas y tantos hermanos. Siempre que tenía la oportunidad, se embarcaba por unas horas en alguno de los pesqueros de la zona.
Con 14 años se embarcó como marmitón en una goleta pesquera, pero duró muy poco en el empleo por resultar un pésimo cocinero.
A los 16 años, tras la muerte de su madre, Slocum y un amigo se dirigieron a Halifax, donde embarcaron de grumetes a bordo de un buque mercante con destino a Dublín, Irlanda.
En Dublín desembarcó y se trasladó a Liverpool donde embarcó de marinero en el mercante británico Tangier (Tanjore según las fuentes) que se dirigía a China.
Durante dos años, dobló dos veces el Cabo de Hornos y visitó, entre otros, los puertos de Batavia (actualmente Jakarta), Manila, HongKong, Saigón, Singapur y San Francisco.
Mientras trabajaba de marinero, en sus horas libres estudiaba para el examen de la Board of trade. A la edad de 18 años obtuvo el certificado de Segundo Oficial.
Con su título consiguió ascender rápidamente hasta Primer Oficial en barcos británicos dedicados al transporte de carbón y grano (en 1864 era mate del Agra) entre las Islas Británicas y San Francisco.
En 1865 se estableció en esta última ciudad y se convirtió en ciudadano estadounidense.
Después de un periodo dedicado a la pesca del salmón y al comercio de pieles en Oregón ─escribió un diario de viaje que se ha perdido─, volvió a la mar para su primer mando, una goleta de 75 pies de eslora dedicada al cabotaje.
Gracias a su experiencia a bordo de graneleros, pronto obtuvo el mando de una goleta de mayor tonelaje que, desde San Francisco, llevaba trigo a Seattle y volvía con carbón. Parece ser que en esa época desarrolló su habilidad como carpintero.
Su siguiente mando ─el primero de buques de altura─ fue el barkentine (bergantín goleta o bric-barca) de 110 pies “Constitution” con el que llevó una carga de algodón, madera y carga general hasta Guaymas, Sonora, México.
Desde allí, llevaron un cargamento de sal para la isla del Carmen en el golfo de California. A su vuelta a San Francisco se le envió a Sídney.
En Sídney, conoció a la joven ─nacida en Nueva York, pero criada en Australia─ sedienta de aventuras Virginia Albertina Walker. En menos de un mes se casaron teniendo él 27 años y ella 20. La boda se celebró por el rito baptista el 31 de enero de 1871 por la mañana y por la tarde embarcaron junto al hermano de 12 años de la novia y zarparon hacia San Francisco con una carga de carbón y tomates.
En los buques mercantes norteamericanos, a pesar de las supersticiones, era muy usual que los capitanes llevaran a sus mujeres e hijos consigo.
Todas las personas que conocieron a la pareja, afirman que estaban muy unidos y que parecían hechos el uno para el otro.
El 4 de mayo llegaron a San Francisco y dos días después zarpaban hacia Alaska a bordo de la barca Washington ─37 m de eslora y 426 toneladas de registro─ del mismo propietario que el Constitution, Nicholas Bichard, para efectuar una campaña de pesca de salmón (otras fuentes afirman que primero mandó el Washington y después el Constitution).
Navegaron con rumbo NNW hasta el Cook Inlet (entrante, fiordo, cala, angostura, estuario) en las proximidades de la isla Kodiak en Alaska. Su hijo Victor afirmó que su padre fue el primer norteamericano en remontar este salvaje fiordo de cerca de 180 millas de longitud en donde la amplitud de la marea alcanza los 12 metros en las mareas de sicigias y la corriente de marea alcanza más de 6 nudos arrastrando icebergs, arboles y otros detritus del río Kasilof y los otros que desaguan en el fiordo.
Fondearon el Washington en el interior del fiordo, a unas dos millas de la costa, a sotavento del arrecife Karluk, en un lugar que parecía seguro.
Construyeron un alojamiento en tierra y establecieron relaciones amistosas con pescadores de la tribu Ninilchik.
Aprovechando el sol de medianoche, se dedicaron intensivamente a la pesca del salmón ―con redes de agallas caladas desde chalanas― y a su conservación.
La naturaleza del país era abrumadora, fiordos, montañas, volcanes, bosques, ríos, linces, gatos salvajes, osos… Probablemente las intensas vivencias experimentadas a bordo del Washington, a modo de luna de miel, saciaron ―o acaso aumentaron― la sed de aventuras de la recién casada.
En el solsticio de verano, con marea alta de sicigia y el barco en lastre, cuando toda la tripulación se encontraba en tierra trabajando, entró una galerna brutal con violentísimos williwaws (rachas explosivas características de los fiordos montañosos) que hicieron garrear las anclas, perdiéndose el buque al varar violentamente en la playa.
Slocum junto al carpintero y dos aprendices, con los restos del barco, se dedicaron a construir una ballenera de 35 pies, mientras el resto de la tripulación seguía pescando salmón, Virginia cazaba y su hermano pequeño vivía la mayor y más excitante experiencia de su vida. A menudo veían desde la orilla focas y ballenas beluga, y ocasionalmente narvales.
Justo cuando estaban terminando la ballenera y finalizando la pesca, apareció en el fiordo un cúter de vapor de la United States Revenue Cutter (precursor del US Coast Guard) que se ofreció a rescatar a la tripulación, pero ─lógicamente─ no a la pesca. Slocum acepto que su mujer marchara con el cúter a la isla Kodiak, pero él junto a su joven cuñado y la tripulación cargaron sus embarcaciones ─la ballenera, dos botes salvavidas y las chalanas─ y, aprovechando la vaciante, descendieron el estuario en cortas etapas hasta la boca del mismo. Desde allí, gracias a un viento favorable, navegaron las doscientas millas hasta Kodiak Island con su flotilla cargada hasta los topes de salmón.
En la isla fletó la barca, dedicada a la caza de focas, rusa Czarevitch por un precio justo para trasladar la pesca, las embarcaciones, la tripulación y su familia hasta San Francisco.
Una vez allí, el armador vendió los salmones y las embarcaciones y, descontando el valor del buque perdido, los pertrechos, las pagas a la tripulación y el flete, aún obtuvo beneficios.
El prestigio de Slocum no mermó a pesar de la pérdida del buque bajo su mando. Si bien es cierto que el armador no le confió ningún otro barco, no es menos cierto que permitió a la reducida familia que, en tanto no conseguían uno nuevo, morara a bordo del Constitution, a la sazón atracado en el muelle Hathaway de San Francisco. Y en este barco, el 10 de enero de 1872 nació su primer hijo, Victor.
Hasta su muerte, Virginia permanecería junto al marido a bordo de todos los buques bajo su mando. Al parecer se adaptó perfectamente a la austera y sacrificada vida de la marina mercante del siglo XIX y siempre apoyaba y ayudaba a su marido. Una mujer notable dotada de una gran fortaleza la cual, además de criar y educar 4 hijos, tocaba el arpa, el piano y la guitarra. En varios de los barcos que mandó su marido, instaló un piano con el que enseñaba a sus hijos a tocarlo y a cantar.
Slocum consiguió su siguiente mando, el Benjamin Aymar, un paquebote ―un buque rápido, habitualmente con aparejo de fragata, que transportaba correo, carga y pasaje― de 39 metros de eslora, 516 toneladas de registro y capaz de alojar 180 pasajeros. El propietario era el próspero comerciante de Nueva York del mismo nombre.
Después de algunas placidas travesías entre San Francisco y Honolulu, en 1873 se destinó al comercio con oriente. En ese mismo año, en Australia, nació Benjamín.
Jessie, la primera niña y tercer hijo de la pareja nació en junio de 1875 mientras el B. Aymar se encontraba fondeado en Subic Bay, Filipinas.
El armador, afectado por la explosión de la burbuja especulativa de las acciones de los ferrocarriles, escaso de liquidez, tuvo que vender la fragata y Slocum y su familia se encontraron en la calle, o mejor dicho, en la playa.
Olongapo, en la bahía de Subic (en la costa W de la isla de Luzón, al WNW de Manila) en esos años era un lugar de incipientes astilleros preindustriales con acceso fácil a la madera, en la selva contigua, y una buena playa con la profundidad adecuada.
Edward Jackson, un empresario y arquitecto naval inglés que había actuado de broker en la venta del B. Aymar a una firma de Shanghái, le propuso al capitán Slocum que se encargara de la dirección de la construcción de un vapor de 150 toneladas diseñado por él para el transporte de carga y pasaje entre las islas Filipinas. Joshua Slocum aceptó inmediatamente la proposición; en primer lugar le permitía solucionar de inmediato la subsistencia y alojamiento propio, de su esposa y de sus hijos, y en segundo lugar no había cosa que le interesase más, aparte de navegar, que la construcción naval.
Con su habitual energía, emprendió inmediatamente la construcción de una nipa hut nativa en la parte más alta de la playa.
Estas construcciones se arman encima de pilares clavados en la arena ―a causa de los cocodrilos―. Se utiliza molave, una madera nativa excelente utilizada en la construcción local de embarcaciones, imputrescible y poco atractiva para los insectos, y bambú. Slocum añadió un mástil central que sobresalía por encima del techo y la jarcia firme correspondiente arraigada a sendas estacas clavadas profundamente en el suelo. Una vez tensados todos los obenques radiales, creía estar relativamente a salvo de cualquier tifón que no pasara por las cercanías.
La numerosa colonia china de los alrededores, que hasta entonces había detentado la exclusiva en todos los negocios navales de la zona intentó, por todos los medios, sabotear la construcción del vapor, llegando a intentar incendiar la morada de los Slocum. Afortunadamente la población nativa, en general, estaba a favor del proyecto pues el yanqui les daba trabajo y no les gustaban los chinos.
El clima era inmisericorde con una humedad elevadísima y temperaturas muy altas; el simple hecho de vivir era un arduo trabajo. Joshua ocupaba todas las horas diurnas en apresurar y vigilar a sus trabajadores. Una vez establecidas las necesidades, se adentraban en la selva, escogían los arboles, los talaban y, gracias a la fuerza de los carabaos, arrastraban los troncos hasta la playa donde, a mano, se convertían en tablones, baos, cuadernas, etc.
A menudo Slocum tenía que desplazarse hasta Manila para conseguir materiales (clavos, bulones, etc.).
Virginia vigilaba a sus cachorros, los peligros eran muchos: Golpes de calor, insolaciones, aguas insalubres, cocodrilos, boas constrictor, alacranes, serpientes, murciélagos y todo tipo de insectos malignos…
Sobrevivieron a todos los peligros durante un año. Los chinos, en un último intento de sabotaje, desalinearon las vías de botadura y cuando esta se realizó, el pesado casco descarriló y quedó varado en la arena. Todos los tagalos de la zona y sus carabaos colaboraron para desencallar el barco en la siguiente marea alta y, bajo la dirección del capitán, lo consiguieron. Después vino un remolcador para atoar el barco hasta Manila donde se le instalaría la caldera, la máquina y los complementos.
A la hora de cobrar lo establecido, el ingeniero le dijo que estaba satisfecho con el trabajo realizado, pero que tendría que esperar unos meses para cobrar o recibir inmediatamente, como pago, una goleta de 90 toneladas llamada Pato.
Construida y diseñada por Edward Jackson, este se basó en la goleta, tipo Copa América, “Sappho“.
Goleta Sappho
De noventa toneladas y 22 metros de eslora, de líneas finas y muy veloz, era la admiración y, en algunos casos, la envidia de todos sus colegas capitanes de barco.
La embarcación carecía de caseta, pero el resto del barco era de una calidad extraordinaria. En poco tiempo construyó la caseta y pronto tuvo el barco a punto para navegar, con la familia instalada a bordo, la tripulación contratada y un gato adoptado. A este se le impuso el nombre de Flagstaff (asta) al comprobar que el felino mantenía enhiesta la cola aunque soplara un vendaval.
Se dedicó por un tiempo al transporte de carga general entre las numerosas islas Filipinas, pero pronto una compañía aseguradora le contrató para rescatar la carga ―te chino y seda― de una barca varada en un arrecife (North Danger Reef) a casi 500 millas de Manila. La operación de salvamento le llevó tres viajes redondos, pero su actuación fue tan bien valorada que en cuanto la terminó le encargaron el transporte de mercancía desde Manila a Hong Kong.
A esas alturas, Slocum ya era consciente de la enorme fortuna que había tenido al aceptar como pago la hermosa goleta, primer barco de su total propiedad. Poseer buque propio le daba la clase de libertad y autonomía que nunca antes experimentara.
Durante el viaje, Joshua tuvo una idea brillante, secundada con entusiasmo por Virginia, de nuevo embarazada. ¡Irían a pescar de nuevo! Y así fue como los Slocum se embarcaron en una de sus más emocionantes aventuras: un viaje desde Hong Kong a Kamchatka vía Yokohama y los caladeros del Mar de Okhotsk.
En Hong Kong adquirieron 4 dories que estibaron en cubierta, cargaron sal y renovaron la tripulación por una más acorde con la pesca, ofreciendoles un porcentaje de las capturas. Después navegaron casi 3.000 millas hasta el puerto ruso de Petropavlovsk.
Encontraron el mejor caladero cerca del Cabo Lopatka, fondearon en 20 brazas de profundidad e inmediatamente iniciaron la pesca.
Se les acabó la sal antes de lo previsto, pero la buena fortuna hizo que avistaran al entrañable Constitution, también dedicado a la pesca del bacalao y ya con sus bodegas llenas y a punto de tirar al mar la sal que les había sobrado. Así que su hijo Victor pudo conocer el barco donde había nacido y recibir el regalo de las toneladas de sal que necesitaban.
Virginia parió dos gemelas de aspecto enfermizo, mientras la pesca continuaba.
En dos semanas llenaron el barco con 25.000 bacalaos limpios y salados. Cada tripulante, a parte del porcentaje estipulado, recibía 25 centavos por cada unidad pescada desde la goleta.
Joshua decidió, en vez de volver a Manila, dirigirse a Victoria, Columbia británica, Canadá. Después de navegar 2.900 millas entre icebergs, niebla y algún que otro temporal, fondearon en Victoria.
El precio del bacalao en esta ciudad era muy bajo por lo que se dirigieron al río Columbia donde la Pato fue remolcada río arriba hasta Portland, Oregón.
Con menos de tres meses de edad, las dos gemelas murieron en esta ciudad en setiembre de 1877.
Slocum obtuvo un préstamo con los bacalaos como garantía, con el que liquidó a la tripulación (al precio de mercado de San Francisco). Con los 60 dólares que ganó Virginia por sus capturas, compró una máquina de coser Singer. Los niños también fueron pagados según las capturas anotadas por su madre.
Pasaron el invierno en esta ciudad mientras Joshua vendía, puerta a puerta, el cargamento de pescado salado. Victor pudo asistir por primera vez a una escuela normal con niños de su edad. Slocum consiguió hacer realidad su sueño de convertirse en escritor al convertirse en corresponsal temporal del San Francisco bee.
A finales de marzo de 1878, zarparon rumbo a Honolulu, Hawái. Durante la plácida travesía, la tripulación se dedicó a fregar la cubierta con arena, a barnizar las maderas nobles y a abrillantar los cobres y bronces, pues el capitán Slocum había decidido vender su bella goleta para adquirir un barco más grande con el que dedicarse al transporte de madera desde Filipinas a Hong Kong.
Slocum tenía la habilidad de encontrarse en el lugar adecuado en el momento preciso. Después de efectuar algunos transportes de carga general entre islas, la Pato atracó en un muelle de Honolulu, justo después de que la rápida y conocida goleta correo Hilo hubiera zarpado. Cuando esta famosa y admirada goleta se encontraba ya fuera del estrecho paso entre corales de la entrada a puerto, el oficial postal llegó al muelle con una última saca de correo. Joshua Slocum le dijo que la dejara a bordo, que ellos darían alcance a la Hilo y le entregarían la saca. ¿Alcanzar a la Hilo? Nunca se había oído algo parecido en todas las islas.
Demostrando su sapiencia marinera y aprovechando las magníficas cualidades de la goleta, Slocum zarpó, dio alcance a la Hilo, y se acercó lo suficiente para lanzarle la saca.
Poco después se publicó la hazaña en el periódico insular Pacific Commercial Advertiser y un rico plantador local se ofreció a comprar la Pato por 5.000 dólares USA en monedas de oro de 20 dólares.
La familia tomo pasaje a bordo de la barca alemana Christine que se dirigía a San Francisco.
Una vez en esta ciudad, Slocum pudo escoger entre los numerosos buques, atracados o fondeados, en venta.
Se decidió por la Amethyst, una barca de 100 pies de eslora (30.5 m) y 400 toneladas de registro, construida en roble con clavos y pernos de cobre y unos acabados magníficos. Construida en 1822 por el maestro Magoun en Medford, Massachusetts, la compañía propietaria, la Jewell Line de Boston, inicialmente la dedicó al transporte de pasajeros y carga entre este puerto y Liverpool, Inglaterra. En uno de estos viajes, empleó sólo 17 días entre Liverpool y Boston. No obstante haber mantenido durante 30 años el record de velocidad en un viaje redondo trasatlántico (Boston-Liverpool-Boston), la aparición de los todavía más rápidos clíperes, supuso la pérdida de la mayoría del pasaje. Tras un tiempo dedicada a la caza de ballenas boreales (o de Groenlandia) en el Estrecho de Bering y otra temporada transportando carbón desde Puget Sound, Washington a San Francisco, se puso a la venta a un precio que Slocum podía pagar.
Aún siendo vieja y muy usada, la Amethyst estaba en muy buen estado. Victor Slocum recordaba especialmente la lujosa cámara “decorada artesanamente con caoba y crin de caballo”.
Mientras, el capitán se dedicó a remodelar el buque para adecuarlo al transporte de madera, forrar de cobre la obra muerta (para evitar los teredos y demorar la adherencia de caracolillo, algas y otros organismos reductores de velocidad) y practicar una entrada en la amura (para la introducción de la madera en la bodega), su familia vivió en tierra por unos meses en el hotel Clipper, al principio de la calle Market.
Antes de zarpar, Slocum efectuó un solitario viaje a su terruño, Nova Scotia, para visitar a su familia. No vio a su padre, que se había vuelto a casar y vivía en otro lugar, pero se trajo de vuelta consigo a sus dos hermanos menores, Ella e Ingram que vivirían con la familia en la Amethyst. Ella para ayudar a la nuevamente preñada Virginia e Ingram para cocinar la comida de los oficiales y la familia Slocum.
Zarparon hacia Honolulu con una carga de raíles de ferrocarril en el fondo de la bodega que volvió el barco duro con unos bruscos balances que marearon a conciencia a los recién llegados. Una vez descargados los raíles, volvieron a zarpar rumbo a Guam. Allí se aprovisionaron de agua, fruta y vegetales y siguieron viaje hasta Lagumanoc en Tayabas Bay (esta bahía se encuentra al sur de la isla de Luzón, frente a la isla de Marinduque, Filipinas).
Una vez cargado de madera el barco, Slocum se desplazó hasta Manila donde consiguió una línea de crédito de un banco local. A continuación comenzó su comercio de madera entre Luzón y Hong Kong para satisfacer la demanda del Emperador de China quien estaba empeñado en la construcción de una armada moderna.
Desgraciadamente, los ingleses convencieron al Emperador de que era mejor construir buques de guerra de hierro en vez de madera, mejor construir cañoneros que juncos.
Como se puede ver en las fotografías, tanto el Benjamin Aymar como la Amethyst llevaban portas falsas para simular que iban armados, precaución contra los numerosos piratas existentes en aquella época en amplias zonas del SE asiático.
En julio de 1879, hallándose en Lagumanoc, murió su última hija nacida pocos días antes en la mar.
Durante el invierno se dedicaron al transporte de hielo desde Hakodate, en el estrecho de Tsugaru entre las islas japonesas de Hokkaido y Honshú― a Hong Kong y de carbón desde Nagasaki, Japón, a Vladivostok, Rusia y Shanghái, China. Desde este último puerto, llevaron un cargamento de pólvora a la isla de Formosa.
Virginia se ocupaba de la educación de sus hijos. Todos los días laborables les daba 3 horas de clase (lengua, matemáticas, música y cultura general) antes del mediodía. Por las tardes, el contramaestre les enseñaba a hacer nudos y otras labores con cabos y el maestro velero les enseñaba a coser. Los sábados, los niños no estudiaban, pero limpiaban sus habitáculos y zurcían sus ropas; por la tarde hacían coros con su madre y sus tíos. Los domingos, primero memorizaban aquellos pasajes de la Biblia escogidos por su madre y después tenían el día libre. La férrea disciplina imperante a bordo de los buques mercantes de la época, se aplicaba también a los niños. Finalmente, su padre les obligaba a leer alguno de los libros de la bien surtida biblioteca de a bordo.
Algunos de sus familiares afirmaban que los Slocum estaban profundamente enamorados y en la correspondencia que se conserva de Virginia, ésta deja translucir el profundo amor a su familia. Sin embargo, en la correspondencia que se conserva de Joshua, éste jamás menciona a su esposa y sólo en alguna carta comenta, de pasada, algo sobre sus hijos.
En marzo de 1881 nació en Hong Kong el último de sus hijos, Garfield. Familiarmente a este último le llamaban “el chino”, a Victor “el americano”, a Benjamín “el australiano” y a Jessie “la filipina”.
Es común el odio que la mayoría de los marineros de todas las nacionalidades sienten contra los escualos. Cuenta Benjamín, el segundo de sus hijos, que en las largas travesías, su madre para entretenerse y ejercitarse, practicaba con un revólver de calibre 32 tirando a los tiburones que previamente, mediante señuelos y trozos de comida, Benjamín atraía cerca de la borda. Éste afirmaba que jamás necesitaba más de un disparo para acabar con los escualos.
La influencia de Virginia sobre Joshua a menudo resultó decisiva. Él confiaba plenamente en su opinión y con frecuencia ella moderaba su audacia y temeridad.
En el mes de mayo, durante cinco días sufrieron los embates de un typhoon en el Mar de la China Meridional que el buque soportó admirablemente a pesar de ser uno de los mercantes más viejos de Norteamérica.
De nuevo en Hong Kong, el 23 de junio del mismo año, Slocum vendió la Amethyst para comprar un tercio del Northern Light, por entonces uno de los más espléndidos barcos a flote de todos los mares.
Y aquí dejamos, por el momento, a nuestro personaje junto a su esposa Virginia y sus cuatro hijos (9 años el mayor y tres meses el menor).
En la segunda parte de este artículo conoceremos este último barco y el motín que en él aconteció, descubriremos también al Aquidneck, al Liberdade, y al Destroyer, sabremos de las aventuras y desventuras de la familia, veremos la faceta de Slocum como escritor, daremos un rápido vistazo al Spray y a la circunnavegación y, finalmente, contemplaremos el progresivo envejecimiento y decadencia del capitán y el Spray hasta la desaparición de ambos en la mar.
Román Sánchez Morata 08-04-2013
Ir a JOSHUA SLOCUM, UN GRAN MARINO. Segunda parte
Fuentes:
“The Hard Way Around (The Passages of Joshua Slocum)” de Geoffrey Wolff.
“El viaje del Liberdade” de Joshua Slocum.
“Voyage of the Destroyer from New York to Brasil” de Joshua Slocum.
“Navegando en solitario alrededor del mundo” de Joshua Slocum.
https://www.joshuaslocumsocietyintl.org
https://nauticajonkepa.wordpress.com
https://www.biografiasyvidas.com
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